miércoles, 1 de agosto de 2007

El oso panda

Pasaron los días y el niño al que llamaremos Luis y la niña que llamaremos Silvia estaban preparando las maletas para irse de vacaciones con sus padres. Ellos dos eran muy amigos y sus padres se conocían desde que eran niños y ellos también.
Habían decidido todos que irían de viaje a Chengdu al suroeste de China, donde hace tres semanas nacieron dos gemelos de panda.
A ambos le gustaban mucho los osos panda y era un sueño hecho realidad ir a verlos, sobre todo al ver a unos cachorros.
Fueron a despedirse del fafante azul que quedó muy tris
te al no poder ir con ellos, Silvia bromeó que no tenía una maleta suficientemente grande para colarlo en el aeropuerto, al fafante no le hizo gracia. Pero como compensación se pusieron de acuerdo que cada noche en China, por la mañana aquí, se conectarían con el messenger y le enviarían fotos de los osos y le contarían las aventuras que corrieran.
Todos quedaron contentos y se despidieron.
Llegaron al aeropuerto, embarcaron y en el avión durante la comida, Luis se dio cuenta que le desaparecían patatas fritas del plato y algún trozo de carne.
Miró a Silvia que se encontraba sentada a su lado y le dijo que no tenía ninguna gracia, ella le miró con asombro y vió un sombrero diminuto que se escondía en un bolsillo de Luis.
-Je, je, te pillé duendecillo.- Y el personaje singular diminuto salió de su escondrijo.
-Ayer os seguí cuando fuisteis a ver al fafante y me disteis una gran idea. Y me colé para ir a ver a los ositos.
Llegaron al hotel de madrugada, muertos de sueño. Más que un hotel era una gran chabola de paja, como un bungalow donde había varias habitaciones para las 2 parejas y los niños (y el duendecillo)
Ya por la mañana decidieron ir a ver a los osos panda, se quedaron perplejos de lo diminutos que eran y feos, pero de mayores son guapísimos.




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